Breve nota sobre el enjuiciamiento.
Arte o ciencia, probablemente este dilema no nos llevaría muy lejos, por eso quizás sería más oportuno decir que estamos ante una disciplina donde se aúnan arte y ciencia. Esmerados, sesudos y elaborados sistemas de puntuación nos permiten estandarizar la responsabilidad de los jueces, pero al final la opinión esta coloreada por la propia interpretación de los patrones y, desde luego, la experiencia.
Si reflexionáramos sobre las razones últimas de la tarea de valorar los animales quizás las palabras de Don Enrique Castelló de Plandolit, allá por el año 1950, sean las más aclaratorias cuando dijo aquello de educar el buen gusto e imprimir unidad de criterios entre los criadores.
Juzgar una tarea artística siempre es difícil por lo que tiene de subjetiva, si detrás de ella hay un gran trabajo y unas convicciones la valoración ha de ser más cauta.
Formas y colores expresados en la labor artesanal, minuciosa, que requiere la cría y tenencia de nuestros animales, donde cada individuo es importante, sorprende con las convicciones al uso sobre nuestros animales. Por ello es preciso en las valoraciones estimular al criador en esa búsqueda quijotesca de la belleza aplicada a unos animales nacidos, en principio, para otros fines más funcionales.
Paciente observación, conocimientos en la materia y pericia se asocian en la búsqueda de valoraciones equilibradas donde se contemple el trabajo del criador, las formas y los colores del animal, además de sus aptitudes. El matiz tiene su importancia y lo pequeño puede ser grande.
Labor complicada pero estimulante enfrentarse al reto de expresar con palabras y dígitos un mundo de vida.